Hoy miro con nostalgia el pasar del tiempo y me doy cuenta que cada experiencia vivida me ha llenado de satisfacciones, risas, enojos y hasta momentos tristes.
Pero precisamente de todo eso que nos pasa, nos toca quedarnos con lo bueno y desechar lo malo… ¿a qué me refiero?
Yo nunca en la vida me hubiera imaginado que, después de estar en una relación sumamente destructiva y que caso me lleva a cometer una tontería; hoy día vivo una de las mejores etapas de la vida: ser padre de familia.
Hoy gracias a Dios, tengo un buen empleo (estresante como todos), una buena esposa (a la que amo profundamente por aceptarme tal y como soy), y por fin puedo entender a mis padres que siempre me decían: «cuando tengas hijos nos entederás» y hoy les puedo decir que así es. Te amo hija.
No sé, hoy tengo 38 años y creo que todavía me falta mucho por vivir, muchos lugares que visitar (¡Disneyland prepárate!) y sobre todo, tantas cosas que enseñarle a mi hija como andar en bicicleta y la diferencia entre la buena literatura como lo que escribía H.P Lovecraft y la basura populachera como el libro vaquero (respetable si entendemos el target al que va dirigido).
En fin, simplemente tuve un momento de nostalgia que quise compartir con ustedes.
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