Cuando era niño, hace ya bastantes ayeres, existían unas tienditas dentro de las escuelas llamadas “cooperativas escolares”. Les cuento un poco sobre ellas.
Las cuidábamos y sentíamos como nuestras porque al principio del ciclo escolar entregábamos algunos pesos (las cantidades eran diferentes , según la escuela y la época) para su funcionamiento y a fin de curso , recibíamos nuestra cooperativa (entre 30 y 50 pesos) que se nos hacían una verdadera fortuna , muchos lo gastábamos en la misma cooperativa , otros corrían a entregarle el dinero a su mama para “ayudarla con el gasto”, muchos hasta hacíamos planes de que íbamos a hacer con nuestro dinero desde días antes.
Esta figura de cooperativas tiene como objetivo financiar la operación de un negocio (en este caso, una tienda de dulces) y al final de un periodo determinado, que para nuestro ejemplo es el ciclo escolar, se entregaban las ganancias de haber financiado o invertido en el negocio.
Era una apuesta segura.
Entre las cosas que se vendían, estaban las clásicas tortas de jamón y queso, refrescos, dulces, las estampas de moda y en algunos casos, hasta pequeños juguetes.
Mis papás me daban $1,000 para gastar (una moneda de Sor Juana) y me alcanzaba para una torta, un refresco, un dulce y guardaba de $200 a $300 para ir a las maquinitas al salir de la escuela. Me gustaba jugar el juegos de las tortugas ninja, cada vida costaba $100 pesos.
Esos fueron buenos tiempos.
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